Salmos 20; Salmos 21; Salmos 22; Hechos 21:1-17

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Salmos 20

1 Que el SEÑOR te responda en el día de la angustia. Que el nombre del Dios de Jacob te ponga en alto.
2 Que desde el santuario te envíe ayuda, y desde Sion te sostenga.
3 Que se acuerde de todas tus ofrendas, y halle aceptable tu holocausto. (Selah)
4 Que te conceda el deseo de tu corazón, y cumpla todos tus anhelos.
5 Nosotros cantaremos con gozo por tu victoria , y en el nombre de nuestro Dios alzaremos bandera. Que el SEÑOR cumpla todas tus peticiones.
6 Ahora sé que el SEÑOR salva a su ungido; le responderá desde su santo cielo, con la potencia salvadora de su diestra.
7 Algunos confían en carros, y otros en caballos; mas nosotros en el nombre del SEÑOR nuestro Dios confiaremos.
8 Ellos se doblegaron y cayeron; pero nosotros nos hemos levantado y nos mantenemos en pie.
9 ¡Salva, oh SEÑOR! Que el Rey nos responda el día que clamemos.
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Salmos 21

1 Oh SEÑOR, en tu fortaleza se alegrará el rey, ¡y cuánto se regocijará en tu salvación!
2 Tú le has dado el deseo de su corazón, y no le has negado la petición de sus labios. (Selah)
3 Porque le sales al encuentro con bendiciones de bien; corona de oro fino colocas en su cabeza.
4 Vida te pidió y tú se la diste, largura de días eternamente y para siempre.
5 Grande es su gloria por tu salvación, esplendor y majestad has puesto sobre él.
6 Pues le haces bienaventurado para siempre; con tu presencia le deleitas con alegría.
7 Porque el rey confía en el SEÑOR, y por la misericordia del Altísimo no será conmovido.
8 Hallará tu mano a todos tus enemigos; tu diestra hallará a aquellos que te odian.
9 Los harás como horno de fuego en el tiempo de tu enojo ; el SEÑOR en su ira los devorará, y fuego los consumirá.
10 Su descendencia destruirás de la faz de la tierra, y sus descendientes de entre los hijos de los hombres.
11 Aunque intentaron el mal contra ti, y fraguaron una conspiración, no prevalecerán,
12 pues tú los pondrás en fuga, apuntarás a sus rostros con tu arco.
13 Engrandécete, oh SEÑOR, en tu poder; cantaremos y alabaremos tu poderío. de David.
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Salmos 22

1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?
2 Dios mío, de día clamo y no respondes; y de noche, pero no hay para mí reposo.
3 Sin embargo, tú eres santo, que habitas entre las alabanzas de Israel.
4 En ti confiaron nuestros padres; confiaron, y tú los libraste.
5 A ti clamaron, y fueron librados; en ti confiaron, y no fueron decepcionados.
6 Pero yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.
7 Todos los que me ven, de mí se burlan; hacen muecascon los labios, menean la cabeza, diciendo:
8 Que se encomiende al SEÑOR; que El lo libre, que El lo rescate, puesto que en El se deleita.
9 Porque tú me sacaste del seno materno; me hiciste confiar desde los pechos de mi madre.
10 A ti fui entregado desde mi nacimiento; desde el vientre de mi madre tú eres mi Dios.
11 No estés lejos de mí, porque la angustia está cerca, pues no hay quien ayude.
12 Muchos toros me han rodeado; toros fuertes de Basán me han cercado.
13 Avidos abren su boca contra mí, como un león rapaz y rugiente.
14 Soy derramado como agua, y todos mis huesos están descoyuntados; mi corazón es como cera; se derrite en medio de mis entrañas.
15 Como un tiesto se ha secado mi vigor, y la lengua se me pega al paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte.
16 Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malhechores; me horadaron las manos y los pies.
17 Puedo contar todos mis huesos. Ellos me miran, me observan;
18 reparten mis vestidos entre sí, y sobre mi ropa echan suertes.
19 Pero tú, oh SEÑOR, no estés lejos; fuerza mía, apresúrate a socorrerme.
20 Libra mi alma de la espada, mi única vida de las garras del perro.
21 Sálvame de la boca del león y de los cuernos de los búfalos; respóndeme.
22 Hablaré de tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré.
23 Los que teméis al SEÑOR, alabadle; descendencia toda de Jacob, glorificadle, temedle, descendencia toda de Israel.
24 Porque El no ha despreciado ni aborrecido la aflicción del angustiado, ni le ha escondido su rostro; sino que cuando clamó al SEÑOR, lo escuchó.
25 De ti viene mi alabanza en la gran congregación; mis votos cumpliré delante de los que le temen.
26 Los pobres comerán y se saciarán; los que buscan al SEÑOR, le alabarán. ¡Viva vuestro corazón para siempre!
27 Todos los términos de la tierra se acordarán y se volverán al SEÑOR, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.
28 Porque del SEÑOR es el reino, y El gobierna las naciones.
29 Todos los grandes de la tierra comerán y adorarán; se postrarán ante El todos los que descienden al polvo, aun aquel que no puede conservar viva su alma.
30 La posteridad le servirá; esto se dirá del Señor hasta la generación venidera.
31 Vendrán y anunciarán su justicia; a un pueblo por nacer, anunciarán que El ha hecho esto.
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Hechos 21:1-17

1 Después de separarnos de ellos, zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara;
2 y encontrando un barco que partía para Fenicia, subimos a bordo y nos hicimos a la vela.
3 Cuando avistamos Chipre, dejándola a la izquierda, navegamos hacia Siria, y desembarcamos en Tiro porque la nave debía dejar su cargamento allí.
4 Después de hallar a los discípulos, nos quedamos allí siete días, y ellos le decían a Pablo, por el Espíritu, que no fuera a Jerusalén.
5 Y pasados aquellos días partimos y emprendimos nuestro viaje mientras que todos ellos, con sus mujeres e hijos, nos acompañaron hasta las afueras de la ciudad. Después de arrodillarnos y orar en la playa, nos despedimos unos de otros.
6 Entonces subimos al barco y ellos regresaron a sus hogares.
7 Terminado el viaje desde Tiro, llegamos a Tolemaida, y después de saludar a los hermanos, nos quedamos con ellos un día.
8 Al día siguiente partimos y llegamos a Cesarea, y entrando en la casa de Felipe, el evangelista, que era uno de los siete, nos quedamos con él.
9 Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban.
10 Y deteniéndonos allí varios días, descendió de Judea cierto profeta llamado Agabo,
11 quien vino a vernos, y tomando el cinto de Pablo, se ató las manos y los pies, y dijo: Así dice el Espíritu Santo: "Así atarán los judíos en Jerusalén al dueño de este cinto, y lo entregarán en manos de los gentiles."
12 Al escuchar esto, tanto nosotros como los que vivían allí le rogábamos que no subiera a Jerusalén.
13 Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis, llorando y quebrantándome el corazón? Porque listo estoy no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.
14 Como no se dejaba persuadir, nos callamos, diciéndonos: Que se haga la voluntad del Señor.
15 Después de estos días nos preparamos y comenzamos a subir hacia Jerusalén.
16 Y nos acompañaron también algunos de los discípulos de Cesarea, quienes nos condujeron a Mnasón, de Chipre, un antiguo discípulo con quien deberíamos hospedarnos.
17 Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con regocijo.
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