Salmos 35; Salmos 36; Hechos 25

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Salmos 35

1 Combate, oh SEÑOR, a los que me combaten; ataca a los que me atacan.
2 Echa mano del broquely del escudo, y levántate en mi ayuda.
3 Empuña también la lanza y el hacha para enfrentarte a los que me persiguen; di a mi alma: Yo soy tu salvación.
4 Sean avergonzados y confundidos los que buscan mi vida; sean puestos en fuga y humillados los que traman el mal contra mí.
5 Sean como paja delante del viento, con el ángel del SEÑOR acosándolos.
6 Sea su camino tenebroso y resbaladizo, con el ángel del SEÑOR persiguiéndolos.
7 Porque sin causa me tendieron su red; sin causa cavaron fosa para mi alma.
8 Que venga destrucción sobre él sin darse cuenta, y la red que él mismo tendió lo prenda, ¡que caiga en esa misma destrucción!
9 Y mi alma se regocijará en el SEÑOR; en su salvación se gozará.
10 Dirán todos mis huesos: SEÑOR, ¿quién como tú, que libras al afligido de aquel que es más fuerte que él, sí, al afligido y al necesitado de aquel que lo despoja?
11 Se levantan testigos malvados, y de lo que no sé me preguntan.
12 Me devuelven mal por bien para aflicción de mi alma.
13 Pero yo, cuando ellos estaban enfermos, vestía de cilicio; humillé mi alma con ayuno, y mi oración se repetía en mi pecho.
14 Como por mi amigo, como por mi hermano, andaba de aquí para allá; como el que está de duelo por la madre, enlutado me encorvaba.
15 Pero ellos se alegraron en mi tropiezo , y se reunieron; los agresores, a quienes no conocía, se juntaron contra mí; me despedazaban sin cesar.
16 Como bufones impíos en una fiesta, rechinaban sus dientes contra mí.
17 ¿Hasta cuándo, Señor, estarás mirando? Rescata mi alma de sus estragos, mi única vida de los leones.
18 En la gran congregación te daré gracias; entre mucha gente te alabaré.
19 No permitas que se regocijen a costa mía los que injustamente son mis enemigos, ni que guiñen el ojo con malicia los que sin causa me aborrecen.
20 Porque ellos no hablan paz, sino que piensan palabras engañosas contra los pacíficos de la tierra,
21 y abrieron bien grande su boca contra mí; dijeron: ¡Ajá, ajá, nuestros ojos lo han visto!
22 Tú lo has visto, SEÑOR, no calles; Señor, no estés lejos de mí.
23 Despierta y levántate para mi defensa y para mi causa, Dios mío y Señor mío.
24 Júzgame conforme a tu justicia, oh SEÑOR, Dios mío; que no se rían de mí.
25 Que no digan en su corazón: ¡Ajá, lo que queríamos! Que no digan: ¡Lo hemos devorado!
26 Sean avergonzados y humillados a una los que se alegran de mi mal; cúbranse de verguenza y deshonra los que se engrandecen contra mí.
27 Canten de júbilo y regocíjense los que favorecen mi vindicación; y digan continuamente: Engrandecido sea el SEÑOR, que se deleita en la paz de su siervo.
28 Y mi lengua hablará de tu justicia y de tu alabanza todo el día.
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Salmos 36

1 La transgresión habla al impío dentro de su corazón; no hay temor de Dios delante de sus ojos.
2 Porque en sus propios ojos la transgresión le engaña en cuanto a descubrir su iniquidad y aborrecerla.
3 Las palabras de su boca son iniquidad y engaño; ha dejado de ser sabio y de hacer el bien.
4 Planea la iniquidad en su cama; se obstina en un camino que no es bueno; no aborrece el mal.
5 Tu misericordia, oh SEÑOR, se extiende hasta los cielos, tu fidelidad, hasta el firmamento.
6 Tu justicia es como los montes de Dios; tus juicios son como profundo abismo. Tú preservas, oh SEÑOR, al hombre y al animal.
7 ¡Cuán preciosa es, oh Dios, tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se refugian a la sombra de tus alas.
8 Se sacian de la abundancia de tu casa, y les das a beber del río de tus delicias.
9 Porque en ti está la fuente de la vida; en tu luz vemos la luz.
10 Continúa tu misericordia para con los que te conocen, y tu justicia para con los rectos de corazón.
11 Que no me alcance el pie del orgullo, ni me mueva la mano de los impíos.
12 Allí han caído los que obran iniquidad; han sido derribados y no se pueden levantar.
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Hechos 25

1 Festo, entonces, tres días después de haber llegado a la provincia, subió a Jerusalén desde Cesarea.
2 Y los principales sacerdotes y los judíos más influyentes le presentaron acusaciones contra Pablo, e instaban a Festo,
3 pidiéndole, contra Pablo, el favor de que lo hiciera traer a Jerusalén (preparando ellos, al mismo tiempo, una emboscada para matarlo en el camino).
4 Pero Festo respondió que Pablo estaba bajo custodia en Cesarea, y que en breve él mismo partiría para allá.
5 Por tanto, dijo<***>, que los más influyentes de vosotros vayan allá conmigo, y si hay algo malo en el hombre, que lo acusen.
6 Después de haberse quedado no más de ocho o diez días entre ellos, descendió a Cesarea, y al día siguiente se sentó en el tribunal y ordenó que trajeran a Pablo.
7 Cuando éste llegó, lo rodearon los judíos que habían descendido de Jerusalén, presentando contra él muchas y graves acusaciones que no podían probar,
8 mientras Pablo decía en defensa propia: No he cometido ningún delito, ni contra la ley de los judíos, ni contra el templo, ni contra el César.
9 Pero Festo, queriendo hacer un favor a los judíos, respondió a Pablo, y dijo: ¿Estás dispuesto a subir a Jerusalén y a ser juzgado delante de mí por estas acusaciones?
10 Entonces Pablo respondió: Ante el tribunal del César estoy, que es donde debo ser juzgado. Ningún agravio he hecho a los judíos, como también tú muy bien sabes.
11 Si soy, pues, un malhechor y he hecho algo digno de muerte, no rehúso morir; pero si ninguna de esas cosas de que éstos me acusan es verdad, nadie puede entregarme a ellos. Apelo al César.
12 Entonces Festo, habiendo deliberado con el consejo, respondió: Al César has apelado, al César irás.
13 Pasados varios días, el rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea y fueron a saludar a Festo.
14 Como estuvieron allí muchos días, Festo presentó el caso de Pablo ante el rey, diciendo: Hay un hombre que Félix dejó preso,
15 acerca del cual, estando yo en Jerusalén, los principales sacerdotes y los ancianos de los judíos presentaron acusaciones contra él, pidiendo sentencia condenatoria contra él.
16 Yo les respondí que no es costumbre de los romanos entregar a un hombre sin que antes el acusado confronte a sus acusadores, y tenga la oportunidad de defenderse de los cargos.
17 Así que cuando se reunieron aquí, sin ninguna demora, al día siguiente me senté en el tribunal y ordené traer al hombre.
18 Y levantándose los acusadores, presentaban acusaciones contra él, pero no de la clase de crímenes que yo suponía,
19 sino que simplemente tenían contra él ciertas cuestiones sobre su propia religión, y sobre cierto Jesús, ya muerto, de quien Pablo afirmaba que estaba vivo.
20 Pero estando yo perplejo cómo investigar estas cuestiones, le pregunté si estaba dispuesto a ir a Jerusalén y ser juzgado de estas cosas allá.
21 Pero como Pablo apeló que se lo tuviera bajo custodia para que el emperador diera el fallo, ordené que continuase bajo custodia hasta que yo lo enviara al César.
22 Entonces Agripa dijo a Festo: A mí también me gustaría oír al hombre. Mañanadijo<***> Festolo oirás.
23 Así que al día siguiente, cuando Agripa y Berenice entraron al auditorio en medio de gran pompa, acompañados por los comandantes y los hombres importantes de la ciudad, por orden de Festo, fue traído Pablo.
24 Y Festo dijo<***>: Rey Agripa y todos los demás aquí presentes con nosotros; aquí veis a este hombre acerca de quien toda la multitud de los judíos, tanto en Jerusalén como aquí, me hizo una petición declarando a gritos que no debe vivir más.
25 Pero yo encontré que no había hecho nada digno de muerte; y como él mismo apeló al emperador, he decidido enviarlo.
26 Pero no tengo nada definido sobre él para escribirle a mi señor. Por eso lo he traído ante vosotros, y especialmente ante ti, rey Agripa, para que después de que se le interrogue, yo tenga algo que escribir.
27 Porque me parece absurdo, al enviar un preso, no informar también de los cargos en su contra.
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