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Cuando Moisés y Elías comenzaron a irse, Pedro, sin saber siquiera lo que decía, exclamó: «Maestro, ¡es maravilloso que estemos aquí! Hagamos tres enramadas como recordatorios: una para ti, una para Moisés y la otra para Elías».
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Pero no había terminado de hablar cuando una nube los cubrió y, mientras los cubría, se llenaron de miedo.
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Entonces, desde la nube, una voz dijo: «Este es mi Hijo, mi Elegido. Escúchenlo a él».
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Cuando la voz terminó de hablar, Jesús estaba allí solo. En aquel tiempo, no le contaron a nadie lo que habían visto.
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Jesús sana a un muchacho endemoniado Al día siguiente, después que bajaron del monte, una gran multitud salió al encuentro de Jesús.