Cantares 1; Cantares 2; Cantares 3; Gálatas 2

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Cantares 1

1 El cantar de los cantares de Salomón. LA ESPOSA:
2 ¡Que me bese con los besos de su boca! Porque mejores son tus amores que el vino.
3 Tus unguentos tienen olor agradable, tu nombre es como unguento purificado; por eso te aman las doncellas.
4 Llévame en pos de ti y corramos juntos. El rey me ha conducido a sus cámaras. EL CORO: Nos regocijaremos y nos alegraremos en ti, exaltaremos tu amor más que el vino. Con razón te aman. LA ESPOSA:
5 Soy morena pero preciosa, oh hijas de Jerusalén, como las tiendas de Cedar, como las cortinas de Salomón.
6 No os fijéis en que soy morena, porque el sol me ha quemado. Los hijos de mi madre se enojaron conmigo; me pusieron a guardar las viñas, y mi propia viña no guardé.
7 Dime, amado de mi alma: ¿Dónde apacientas tu rebaño? ¿Dónde lo haces descansar al mediodía? ¿Por qué he de ser yo como una que se cubre con velo junto a los rebaños de tus compañeros? EL CORO:
8 Si tú no lo sabes, ¡oh la más hermosa de las mujeres!, sal tras las huellas del rebaño, y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores. EL ESPOSO:
9 A mi yegua, entre los carros de Faraón, yo te comparo, amada mía.
10 Hermosas son tus mejillas entre los adornos, tu cuello entre los collares. EL CORO:
11 Adornos de oro haremos para ti, con cuentas de plata. LA ESPOSA:
12 Mientras el rey estaba a la mesa, mi perfume esparció su fragancia.
13 Bolsita de mirra es mi amado para mí, que reposa toda la noche entre mis pechos.
14 Ramillete de flores de alheña es mi amado para mí en las viñas de En-gadi. EL ESPOSO:
15 Cuán hermosa eres, amada mía, cuán hermosa eres. Tus ojos son como palomas. LA ESPOSA:
16 Cuán hermoso eres, amado mío, y tan placentero. Ciertamente nuestro lecho es de exhuberante verdor.
17 Las vigas de nuestras casas son cedros, nuestros artesonados, cipreses. LA ESPOSA:
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Cantares 2

1 Yo soy la rosa de Sarón, el lirio de los valles. EL ESPOSO:
2 Como el lirio entre los espinos, así es mi amada entre las doncellas. LA ESPOSA:
3 Como el manzano entre los árboles del bosque, así es mi amado entre los jóvenes. A su sombra placentera me he sentado, y su fruto es dulce a mi paladar.
4 El me ha traído a la sala del banquete, y su estandarte sobre mí es el amor.
5 Sustentadme con tortas de pasas, reanimadme con manzanas, porque estoy enferma de amor.
6 Esté su izquierda bajo mi cabeza y su derecha me abrace. EL ESPOSO:
7 Yo os conjuro, oh hijas de Jerusalén, por las gacelas o por las ciervas del campo, que no levantéis ni despertéis a mi amor, hasta que quiera. LA ESPOSA:
8 ¡Una voz! ¡Mi amado! He aquí, él viene, saltando por los montes, brincando por los collados.
9 Mi amado es semejante a una gacela o a un cervatillo. He aquí, se detiene detrás de nuestro muro, mirando por las ventanas, atisbando por las celosías.
10 Mi amado habló, y me dijo: "Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven conmigo.
11 "Pues mira, ha pasado el invierno, ha cesado la lluvia y se ha ido.
12 "Han aparecido las flores en la tierra; ha llegado el tiempo de la poda , y se oye la voz de la tórtola en nuestra tierra.
13 "La higuera ha madurado sus higos, y las vides en flor han esparcido su fragancia. Levántate amada mía, hermosa mía, y ven conmigo." EL ESPOSO:
14 Paloma mía, en las grietas de la peña, en lo secreto de la senda escarpada, déjame ver tu semblante, déjame oír tu voz; porque tu voz es dulce, y precioso tu semblante. EL CORO:
15 Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas que arruinan las viñas, pues nuestras viñas están en flor. LA ESPOSA:
16 Mi amado es mío, y yo soy suya; él apacienta su rebaño entre los lirios.
17 Hasta que sople la brisa del día y huyan las sombras, vuelve, amado mío, y sé semejante a una gacela o a un cervatillo sobre los montes de Beter . LA ESPOSA:
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Cantares 3

1 En mi lecho, por las noches, he buscado al que ama mi alma; lo busqué, mas no lo hallé.
2 "Me levantaré ahora, y andaré por la ciudad; por las calles y por las plazas buscaré al que ama mi alma." Lo busqué, mas no lo hallé.
3 Me hallaron los guardas que rondan la ciudad, y les dije: "¿Habéis visto al que ama mi alma?"
4 Apenas los había pasado cuando hallé al que ama mi alma; lo agarré y no quise soltarlo, hasta que lo introduje en la casa de mi madre y en la alcoba de la que me concibió. EL ESPOSO:
5 Yo os conjuro, oh hijas de Jerusalén, por las gacelas o por las ciervas del campo, que no levantéis ni despertéis a mi amor, hasta que quiera. EL CORO:
6 ¿Qué es eso que sube del desierto como columnas de humo, con perfume de mirra e incienso, con todos los polvos aromáticos del mercader?
7 He aquí, es la litera de Salomón; sesenta valientes la rodean, de los valientes de Israel.
8 Todos ellos manejan la espada, son diestros en la guerra, cada uno tiene la espada a su lado, contra los peligros de la noche.
9 El rey Salomón se ha hecho un palanquín de madera del Líbano.
10 Hizo sus columnas de plata, su respaldo de oro y su asiento de púrpura, su interior tapizado con amor por las hijas de Jerusalén.
11 Salid, hijas de Sion, y contemplad al rey Salomón con la corona con la cual su madre lo coronó el día de sus bodas, el día de la alegría de su corazón. EL ESPOSO:
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Gálatas 2

1 Entonces, después de catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también a Tito.
2 Subí por causa de una revelación y les presenté el evangelio que predico entre los gentiles, pero lo hice en privado a los que tenían alta reputación, para cerciorarme de que no corría ni había corrido en vano.
3 Pero ni aun Tito, que estaba conmigo, fue obligado a circuncidarse, aunque era griego.
4 Y esto fue por causa de los falsos hermanos introducidos secretamente, que se habían infiltrado para espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús, a fin de someternos a esclavitud,
5 a los cuales ni por un momento cedimos, para no someternos, a fin de que la verdad del evangelio permanezca con vosotros.
6 Y de aquellos que tenían reputación de ser algo (lo que eran, nada me importa; Dios no hace acepción de personas), pues bien, los que tenían reputación, nada me enseñaron.
7 Sino al contrario, al ver que se me había encomendado el evangelio a los de la incircuncisión, así como Pedro lo había sido a los de la circuncisión
8 (porque aquel que obró eficazmente para con Pedro en su apostolado a los de la circuncisión, también obró eficazmente para conmigo en mi apostolado a los gentiles),
9 y al reconocer la gracia que se me había dado, Jacobo , Pedro y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra de compañerismo, para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los de la circuncisión.
10 Sólo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, lo mismo que yo estaba también deseoso de hacer.
11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, me opuse a él cara a cara, porque era de condenar.
12 Porque antes de venir algunos de parte de Jacobo, él comía con los gentiles, pero cuando vinieron, empezó a retraerse y apartarse, porque temía a los de la circuncisión.
13 Y el resto de los judíos se le unió en su hipocresía, de tal manera que aun Bernabé fue arrastrado por la hipocresía de ellos.
14 Pero cuando vi que no andaban con rectitud en cuanto a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿por qué obligas a los gentiles a vivir como judíos?
15 Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores de entre los gentiles;
16 sin embargo, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino mediante la fe en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley; puesto que por las obras de la ley nadie será justificado.
17 Pero si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros hemos sido hallados pecadores, ¿es Cristo, entonces, ministro de pecado? ¡De ningún modo!
18 Porque si yo reedifico lo que en otro tiempo destruí, yo mismo resulto transgresor.
19 Pues mediante la ley yo morí a la ley, a fin de vivir para Dios.
20 Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.
21 No hago nula la gracia de Dios, porque si la justicia viene por medio de la ley, entonces Cristo murió en vano.
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