2
El cual dijo a su madre: Los mil cien siclos de plata que te fueron hurtados,
por lo que tú maldecías oyéndolo yo, he aquí que yo tengo este dinero; yo lo había tomado. Entonces la madre dijo: Bendito
seas del SEÑOR, hijo mío
3
Y luego que él devolvió a su madre los mil cien
siclos de plata, su madre dijo: Yo he dedicado este dinero al SEÑOR de mi mano para ti, hijo mío, para que hagas una imagen de talla y una de fundición; ahora, pues,
yo te lo devuelvo
4
Mas él devolvió a su madre el dinero, tomó su madre doscientos
siclos de plata, y los dio al fundidor; y él le hizo de ellos una imagen de talla y una de fundición, la cual fue
puesta en casa de Micaía
5
Y tuvo este hombre Micaía burdel de idolatría, y se hizo hacer efod y terafín
(los vasos, vestidos e instrumentos pertenecientes al culto idolátrico), y consagró uno de sus hijos; y le fue por sacerdote
6
En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía como mejor le parecía
7
Y había un joven de Belén de Judá, de la familia de Judá, el cual era levita; y peregrinaba allí
8
Este varón había partido de la ciudad de Belén de Judá, para ir a vivir donde hallara
lugar; y llegando al monte de Efraín,
vino a casa de Micaía, para
de allí hacer su camino
9
Y Micaía le dijo: ¿De dónde vienes? Y él le respondió: Soy levita de Belén de Judá, y voy a vivir donde hallare
lugar
10
Entonces Micaía le dijo: Quédate en mi casa, y me serás en lugar de padre y sacerdote; y yo te daré diez
siclos de plata por año, y el ordinario de vestidos, y tu comida. Y el levita se quedó
11
Acordó, pues, el levita en morar con aquel hombre, y él lo tenía como a uno de sus hijos
12
Y Micaía consagró al levita, y aquel joven le servía de sacerdote, y estaba en casa de Micaía