Mateo 27:25-35

25 Y la gente respondió a gritos:
—¡Nos haremos responsables de su muerte, nosotros y nuestros hijos!
26 Así fue que Pilato dejó a Barrabás en libertad. Mandó azotar a Jesús con un látigo que tenía puntas de plomo, y después lo entregó a los soldados romanos para que lo crucificaran.
27 Los soldados se burlan de Jesús
Algunos de los soldados del gobernador llevaron a Jesús al cuartel
y llamaron a todo el regimiento.
28 Le quitaron la ropa y le pusieron un manto escarlata.
29 Armaron una corona con ramas de espinos y se la pusieron en la cabeza y le colocaron una caña de junco en la mano derecha como si fuera un cetro. Luego se arrodillaron burlonamente delante de él mientras se mofaban: «¡Viva el rey de los judíos!».
30 Lo escupieron, le quitaron la caña de junco y lo golpearon en la cabeza con ella.
31 Cuando al fin se cansaron de hacerle burla, le quitaron el manto y volvieron a ponerle su propia ropa. Luego lo llevaron para crucificarlo.
32 La crucifixión
En el camino, se encontraron con un hombre llamado Simón, quien era de Cirene,
y los soldados lo obligaron a llevar la cruz de Jesús.
33 Salieron a un lugar llamado Gólgota (que significa «Lugar de la Calavera»).
34 Los soldados le dieron a Jesús vino mezclado con hiel amarga, pero cuando la probó, se negó a beberla.
35 Después de clavarlo en la cruz, los soldados sortearon su ropa tirando los dados.
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