30
            
Mas los Fariseos y los sabios de la ley, desecharon el consejo de Dios contra sí mismos, no siendo bautizados de él.
      
 
      
            
              31
            
Y dice el Señor: ¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación, y á qué son semejantes?
      
 
      
            
              32
            
Semejantes son á los muchachos sentados en la plaza, y que dan voces los unos á los otros, y dicen: Os tañimos con flautas, y no bailasteis: os endechamos, y no llorasteis.
      
 
      
            
              33
            
Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan, ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.
      
 
      
            
              34
            
Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
      
 
      
            
              35
            
Mas la sabiduría es justificada de todos sus hijos.
      
 
      
            
              36
            
Y le rogó uno de los Fariseos, que comiese con él. Y entrado en casa del Fariseo, sentóse á la mesa.
      
 
      
            
              37
            
Y he aquí una mujer que había sido pecadora en la ciudad, como entendió que estaba á la mesa en casa de aquel Fariseo, trajo un alabastro de ungüento,
      
 
      
            
              38
            
Y estando detrás á sus pies, comenzó llorando á regar con lágrimas sus pies, y los limpiaba con los cabellos de su cabeza; y besaba sus pies, y los ungía con el ungüento.
      
 
      
            
              39
            
Y como vió esto el Fariseo que le había convidado, habló entre sí, diciendo: Este, si fuera profeta, conocería quién y cuál es la mujer que le toca, que es pecadora.
      
 
      
            
              40
            
Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él dice: Di, Maestro.
      
 
      
            
              41
            
Un acredor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
      
 
      
            
              42
            
Y no teniendo ellos de qué pagar, perdonó á ambos. Di, pues, ¿cuál de éstos le amará más?
      
 
      
            
              43
            
Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquél al cual perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado.
      
 
      
            
              44
            
Y vuelto á la mujer, dijo á Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha limpiado con los cabellos.
      
 
      
            
              45
            
No me diste beso, mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
      
 
      
            
              46
            
No ungiste mi cabeza con óleo; mas ésta ha ungido con ungüento mis pies.
      
 
      
            
              47
            
Por lo cual te digo que sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho; mas al que se perdona poco, poco ama.
      
 
      
            
              48
            
Y á ella dijo: Los pecados te son perdonados.
      
 
      
            
              49
            
Y los que estaban juntamente sentados á la mesa, comenzaron á decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?
      
 
      
            
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Y dijo á la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.