18
            
Y aconteció que estando él solo orando, estaban con él los discípulos; y les preguntó diciendo: ¿Quién dice el pueblo que soy?
      
 
      
            
              19
            
Y ellos respondieron, y dijeron: Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
      
 
      
            
              20
            
Y les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Simón Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
      
 
      
            
              21
            
Mas él, conminándolos, mandó que a nadie dijesen esto;
      
 
      
            
              22
            
diciendo: Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas, y sea desechado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.
      
 
      
            
              23
            
Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su madero cada día, y sígame.
      
 
      
            
              24
            
Porque cualquiera que quisiere salvar su alma, la perderá; y cualquiera que perdiere su alma por causa de mí, éste la salvará.
      
 
      
            
              25
            
Porque ¿qué aprovecha al hombre, si ganare todo el mundo, habiendo destruido a si mismo, o habiendo sido perdido?
      
 
      
            
              26
            
Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de este tal, el Hijo del hombre se avergonzará cuando venga en su gloria, y del Padre, y de los santos ángeles.
      
 
      
            
              27
            
Y os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean el Reino de Dios.
      
 
      
            
              28
            
Y aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro y a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
      
 
      
            
              29
            
Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.
      
 
      
            
              30
            
Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
      
 
      
            
              31
            
que aparecieron en majestad, y hablaban de su salida, la cual había de cumplir en Jerusalén.
      
 
      
            
              32
            
Y Pedro y los que estaban con él, estaban cargados de sueño; y cuando despertaron, vieron su majestad, y a aquellos dos varones que estaban con él.
      
 
      
            
              33
            
Y aconteció, que apartándose ellos de él, Pedro dice a Jesús: Maestro, bien es que nos quedemos aquí; y hagamos tres tabernáculos: uno para ti, y uno para Moisés, y uno para Elías; no sabiendo lo que decía.
      
 
      
            
              34
            
Y estando él hablando esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor entrando 
ellos  en la nube.
      
 
      
            
              35
            
Y vino una voz de la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; a El oíd.
      
 
      
            
              36
            
Y pasada aquella voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.
      
 
      
            
              37
            
Y aconteció al día siguiente, apartándose ellos del monte, gran multitud les salió al encuentro.
      
 
      
            
              38
            
Y he aquí, un hombre de la multitud clamó, diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo; que es el único que tengo;
      
 
      
            
              39
            
y he aquí un espíritu lo toma, y de repente da voces; y le despedaza y hace echar espuma, y apenas se aparta de él quebrantándole.
      
 
      
            
              40
            
Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
      
 
      
            
              41
            
Y respondiendo Jesús, dice: ¡Oh generación infiel y perversa! ¿Hasta cuándo tengo que estar con vosotros, y os sufriré? Trae tu hijo acá.
      
 
      
            
              42
            
Y mientras se acercaba, el demonio le derribó y despedazó; pero Jesús increpó al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo volvió a su padre.
      
 
      
            
              43
            
Y todos estaban fuera de sí de la grandeza de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos:
      
 
      
            
              44
            
Poned vosotros en vuestros oídos estas palabras; porque ha de acontecer que el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres.
      
 
      
            
              45
            
Mas ellos no entendían esta palabra, y les era encubierta para que no la entendiesen; y temían preguntarle sobre ella.
      
 
      
            
              46
            
Entonces entraron en disputa, cuál de ellos sería el mayor.
      
 
      
            
              47
            
Mas Jesús, viendo los pensamientos del corazón de ellos, tomó un niño, y le puso junto a sí,
      
 
      
            
              48
            
Y les dice: Cualquiera que recibiere este niño en mi nombre, a mí 
me  recibe; y cualquiera que 
me  recibiere a mí, recibe al que me envió; porque el que fuere el menor entre todos vosotros, éste será grande.
      
 
      
            
              49
            
Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no 
te  sigue con nosotros.
      
 
      
            
              50
            
Jesús le dijo: No 
se lo  prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.