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—¡Estoy en una situación desesperada! —le respondió David a Gad—. Mejor que caiga yo en las manos del Señor , porque su misericordia es muy grande, y que no caiga yo en manos humanas.
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De modo que Gad fue a ver a David y le dijo: —Estas son las opciones que el Señor te da:
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puedes elegir entre tres años de hambre, tres meses de destrucción a espada de tus enemigos o tres días de una terrible plaga durante la cual el ángel del Señor traerá devastación por toda la tierra de Israel. Decide y dime qué respuesta debo darle al Señor , quien me envió.
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—¡Estoy en una situación desesperada! —le respondió David a Gad—. Mejor que caiga yo en las manos del Señor , porque su misericordia es muy grande, y que no caiga yo en manos humanas.
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Por lo tanto, el Señor mandó una plaga sobre Israel, y como consecuencia murieron setenta mil personas.
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Además Dios envió un ángel para destruir a Jerusalén. Sin embargo, en el momento que el ángel se disponía a destruirla, el Señor desistió y le dijo al ángel de la muerte: «¡Detente! ¡Ya es suficiente!». En ese momento el ángel del Señor estaba de pie junto al campo de trillar de Arauna el jebuseo.