11
            
Y ahora tú me dices: “Ve y dile a tu amo: ‘Elías está aquí’”. 
      
 
      
            
              12
            
Apenas yo te deje, el Espíritu del Señor
 te llevará a quién sabe dónde y cuando Acab llegue aquí y no te encuentre, me matará. Te recuerdo que toda mi vida he sido un fiel siervo del Señor
. 
      
 
      
            
              13
            
¿No te han contado, señor mío, de cuando Jezabel intentaba matar a los profetas del Señor
? Yo escondí a cien de ellos en dos cuevas y les di comida y agua. 
      
 
      
            
              14
            
Y ahora tú me dices: “Ve y dile a tu amo: ‘Elías está aquí’”. Si yo hago esto, señor, sin duda Acab me matará.
      
 
      
            
              15
            
Pero Elías dijo:
—Te juro por el Señor
 Todopoderoso, en cuya presencia estoy, que hoy mismo me presentaré ante Acab.
      
 
      
            
              16
            
Entonces Abdías fue a decirle a Acab que había aparecido Elías, así que Acab fue a encontrarse con él. 
      
 
      
            
              17
            
Cuando Acab vio a Elías, exclamó:
—¿Así que realmente eres tú, el alborotador de Israel?
      
 
      
            
              18
            
—Yo no le he causado ningún problema a Israel —respondió Elías—. Tú y tu familia son los alborotadores, porque se negaron a obedecer los mandatos del Señor
 y, en cambio, han rendido culto a las imágenes de Baal. 
      
 
      
            
              19
            
Ahora, convoca a todo Israel para que se reúna conmigo en el monte Carmelo, junto con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de Asera, a quienes Jezabel mantiene.
      
 
      
            
              20
            
Entonces Acab convocó a todos los israelitas y a los profetas al monte Carmelo. 
      
 
      
            
              21
            
Elías se paró frente a ellos y dijo: «¿Hasta cuándo seguirán indecisos, titubeando entre dos opiniones? Si el Señor
 es Dios, ¡síganlo! Pero si Baal es el verdadero Dios, ¡entonces síganlo a él!». Sin embargo, la gente se mantenía en absoluto silencio.