18
Declaración de Pedro acerca de Jesús
Cierto dÃa, Jesús se alejó de las multitudes para orar a solas. Solo estaban con él sus discÃpulos, y les preguntó:
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—Bueno —contestaron—, algunos dicen Juan el Bautista, otros dicen ElÃas, y otros dicen que eres uno de los otros antiguos profetas, que volvió de la muerte.
20
Entonces les preguntó:
Pedro contestó:
—¡Tú eres el MesÃas
enviado por Dios!
21
Jesús predice su muerte
Jesús les advirtió a sus discÃpulos que no dijeran a nadie quién era él.
23
Entonces dijo a la multitud:
24
Si tratas de aferrarte a la vida, la perderás, pero si entregas tu vida por mi causa, la salvarás.
25
¿Y qué beneficio obtienes si ganas el mundo entero, pero te pierdes o destruyes a ti mismo?
26
Si alguien se avergüenza de mà y de mi mensaje, el Hijo del Hombre se avergonzará de esa persona cuando regrese en su gloria y en la gloria del Padre y de los santos ángeles.
27
Les digo la verdad, algunos de los que están aquà ahora no morirán sin antes ver el reino de Dios».
28
La transfiguración
Cerca de ocho dÃas después, Jesús llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a una montaña para orar.
29
Y mientras oraba, la apariencia de su rostro se transformó y su ropa se volvió blanca resplandeciente.
30
De repente aparecieron dos hombres, Moisés y ElÃas, y comenzaron a hablar con Jesús.
31
Se veÃan llenos de gloria. Y hablaban sobre la partida de Jesús de este mundo, lo cual estaba a punto de cumplirse en Jerusalén.
32
Pedro y los otros se durmieron. Cuando despertaron, vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres de pie junto a él.
33
Cuando Moisés y ElÃas comenzaron a irse, Pedro, sin saber siquiera lo que decÃa, exclamó: «Maestro, ¡es maravilloso que estemos aquÃ! Hagamos tres enramadas como recordatorios:
una para ti, una para Moisés y la otra para ElÃas».
34
Pero no habÃa terminado de hablar cuando una nube los cubrió y, mientras los cubrÃa, se llenaron de miedo.
35
Entonces, desde la nube, una voz dijo: «Este es mi Hijo, mi Elegido.
Escúchenlo a él».
36
Cuando la voz terminó de hablar, Jesús estaba allà solo. En aquel tiempo, no le contaron a nadie lo que habÃan visto.
37
Jesús sana a un muchacho endemoniado
Al dÃa siguiente, después que bajaron del monte, una gran multitud salió al encuentro de Jesús.
38
Un hombre de la multitud le exclamó:
—Maestro, te suplico que veas a mi hijo, el único que tengo.
39
Un espÃritu maligno sigue apoderándose de él, haciéndolo gritar. Le causa tales convulsiones que echa espuma por la boca; lo sacude violentamente y casi nunca lo deja en paz.
40
Les supliqué a tus discÃpulos que expulsaran ese espÃritu, pero no pudieron hacerlo.
41
—dijo Jesús—,
Entonces le dijo al hombre:
42
Cuando el joven se acercó, el demonio lo arrojó al piso y le causó una violenta convulsión; pero Jesús reprendió al espÃritu maligno
y sanó al muchacho. Después lo devolvió a su padre.
43
El asombro se apoderó de la gente al ver esa majestuosa demostración del poder de Dios.
Jesús predice otra vez su muerte
Mientras todos se maravillaban de las cosas que él hacÃa, Jesús dijo a sus discÃpulos:
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«Escúchenme y recuerden lo que digo. El Hijo del Hombre será traicionado y entregado en manos de sus enemigos».
45
Sin embargo, ellos no entendieron lo que quiso decir. El significado de lo que decÃa estaba oculto de ellos, por eso no pudieron entender y tenÃan miedo de preguntarle.
46
El más importante en el reino
Entonces los discÃpulos comenzaron a discutir entre ellos acerca de quién era el más importante.
47
Pero Jesús conocÃa lo que ellos pensaban, asà que trajo a un niño y lo puso a su lado.
49
Uso del nombre de Jesús
Juan le dijo a Jesús:
—Maestro, vimos a alguien usar tu nombre para expulsar demonios, pero le dijimos que no lo hiciera porque no pertenece a nuestro grupo.