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Cuando llegó de Jerusalén para recibir al rey, este le preguntó:—Mefiboset, ¿por qué no viniste conmigo?
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—Mi señor y rey, como este servidor suyo es cojo, yo quería que me aparejaran un asno para montar y así poder acompañarlo. Pero mi criado Siba me traicionó,
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y ahora me ha calumniado ante Su Majestad. Sin embargo, Su Majestad es como un ángel de Dios y puede hacer conmigo lo que mejor le parezca.
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No hay nadie en mi familia paterna que no merezca la muerte en presencia de mi señor el rey. A pesar de eso, Su Majestad le concedió a este servidor suyo comer en la mesa real. ¿Qué derecho tengo de pedirle algo más a Su Majestad?
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El rey le dijo:—No tienes que dar más explicaciones. Ya he decidido que tú y Siba se repartan las tierras.