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Así que en seguida envió a un verdugo con la orden de llevarle la cabeza de Juan. El hombre fue, decapitó a Juan en la cárcel
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y volvió con la cabeza en una bandeja. Se la entregó a la muchacha, y ella se la dio a su madre.
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Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cuerpo y le dieron sepultura.
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Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron lo que habían hecho y enseñado.
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Y como no tenían tiempo ni para comer, pues era tanta la gente que iba y venía, Jesús les dijo:—Vengan conmigo ustedes solos a un lugar tranquilo y descansen un poco.