Jesús ante Anás
12 Entonces los soldados, su comandante y los guardias de los judĂos arrestaron a JesĂşs. Lo ataron
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y lo llevaron primeramente a Anás, que era suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año.
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Caifás era el que habĂa aconsejado a los judĂos que era preferible que muriera un solo hombre por el pueblo.
Pedro niega a JesĂşs
15 SimĂłn Pedro y otro discĂpulo seguĂan a JesĂşs. Y como el otro discĂpulo era conocido del sumo sacerdote, entrĂł en el patio del sumo sacerdote con JesĂşs;
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Pedro, en cambio, tuvo que quedarse afuera, junto a la puerta. El discĂpulo conocido del sumo sacerdote volviĂł entonces a salir, hablĂł con la portera de turno y consiguiĂł que Pedro entrara.
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—¿No eres tĂş tambiĂ©n uno de los discĂpulos de ese hombre? —le preguntĂł la portera.—No lo soy —respondiĂł Pedro.
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Los criados y los guardias estaban de pie alrededor de una fogata que habĂan hecho para calentarse, pues hacĂa frĂo. Pedro tambiĂ©n estaba de pie con ellos, calentándose.
JesĂşs ante el sumo sacerdote
19 Mientras tanto, el sumo sacerdote interrogaba a JesĂşs acerca de sus discĂpulos y de sus enseñanzas.
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—Yo he hablado abiertamente al mundo —respondiĂł JesĂşs—. Siempre he enseñado en las sinagogas o en el templo, donde se congregan todos los judĂos. En secreto no he dicho nada.
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ÂżPor quĂ© me interrogas a mĂ? ¡Interroga a los que me han oĂdo hablar! Ellos deben saber lo que dije.
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Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allà cerca le dio una bofetada y le dijo:—¿Asà contestas al sumo sacerdote?
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—Si he dicho algo malo —replicó Jesús—, demuéstramelo. Pero si lo que dije es correcto, ¿por qué me pegas?
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Entonces Anás lo enviĂł, todavĂa atado, a Caifás, el sumo sacerdote.
Pedro niega de nuevo a JesĂşs
25 Mientras tanto, SimĂłn Pedro seguĂa de pie, calentándose.—¿No eres tĂş tambiĂ©n uno de sus discĂpulos? —le preguntaron.—No lo soy —dijo Pedro, negándolo.
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—¿Acaso no te vi en el huerto con Ă©l? —insistiĂł uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le habĂa cortado la oreja.
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Pedro volviĂł a negarlo, y en ese instante cantĂł el gallo.
JesĂşs ante Pilato
28 Luego los judĂos llevaron a JesĂşs de la casa de Caifás al palacio del gobernador romano. Como ya amanecĂa, los judĂos no entraron en el palacio, pues de hacerlo se contaminarĂan ritualmente y no podrĂan comer la Pascua.
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Asà que Pilato salió a interrogarlos:—¿De qué delito acusan a este hombre?
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—Si no fuera un malhechor —respondieron—, no te lo habrĂamos entregado.
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—Pues llĂ©venselo ustedes y jĂşzguenlo segĂşn su propia ley —les dijo Pilato.—Nosotros no tenemos ninguna autoridad para ejecutar a nadie —objetaron los judĂos.
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Esto sucediĂł para que se cumpliera lo que JesĂşs habĂa dicho, al indicar la clase de muerte que iba a sufrir.
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Pilato volviĂł a entrar en el palacio y llamĂł a JesĂşs.—¿Eres tĂş el rey de los judĂos? —le preguntĂł.
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—¿Eso lo dices tú —le respondió Jesús—, o es que otros te han hablado de m�
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—¿Acaso soy judĂo? —replicĂł Pilato—. Han sido tu propio pueblo y los jefes de los sacerdotes los que te entregaron a mĂ. ÂżQuĂ© has hecho?
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—Mi reino no es de este mundo —contestĂł JesĂşs—. Si lo fuera, mis propios guardias pelearĂan para impedir que los judĂos me arrestaran. Pero mi reino no es de este mundo.
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—¡AsĂ que eres rey! —le dijo Pilato.—Eres tĂş quien dice que soy rey. Yo para esto nacĂ, y para esto vine al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha mi voz.
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—¿Y quĂ© es la verdad? —preguntĂł Pilato.Dicho esto, saliĂł otra vez a ver a los judĂos.—Yo no encuentro que este sea culpable de nada —declaró—.
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Pero como ustedes tienen la costumbre de que les suelte a un preso durante la Pascua, Âżquieren que les suelte al “rey de los judĂos”?
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—¡No, no sueltes a ese; suelta a Barrabás! —volvieron a gritar desaforadamente.Y Barrabás era un bandido.