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Y COMO acabó todas sus palabras oyéndole el pueblo, entró en Capernaum.
      
 
      
            
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Y el siervo de un centurión, al cual tenía él en estima, estaba enfermo y á punto de morir.
      
 
      
            
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Y como oyó hablar de Jesús, envió á él los ancianos de los Judíos, rogándole que viniese y librase á su siervo.
      
 
      
            
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Y viniendo ellos á Jesús, rogáronle con diligencia, diciéndole: Porque es digno de concederle esto;
      
 
      
            
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Que ama nuestra nación, y él nos edificó una sinagoga.
      
 
      
            
              6
            
Y Jesús fué con ellos. Mas como ya no estuviesen lejos de su casa, envió el centurión amigos á él, diciéndole: Señor, no te incomodes, que no soy digno que entres debajo de mi tejado;
      
 
      
            
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Por lo cual ni aun me tuve por digno de venir á ti; mas di la palabra, y mi siervo será sano.
      
 
      
            
              8
            
Porque también yo soy hombre puesto en potestad, que tengo debajo de mí soldados; y digo á éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y á mi siervo: Haz esto, y lo hace.
      
 
      
            
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Lo cual oyendo Jesús, se maravilló de él, y vuelto, dijo á las gentes que le seguían: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
      
 
      
            
              10
            
Y vueltos á casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
      
 
      
            
              11
            
Y aconteció después, que él iba á la ciudad que se llama Naín, é iban con él muchos de sus discípulos, y gran compañía.
      
 
      
            
              12
            
Y como llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban fuera á un difunto, unigénito de su madre, la cual también era viuda: y había con ella grande compañía de la ciudad.
      
 
      
            
              13
            
Y como el Señor la vió, compadecióse de ella, y le dice: No llores.
      
 
      
            
              14
            
Y acercándose, tocó el féretro: y los que lo llevaban, pararon. Y dice: Mancebo, á ti digo, levántate.
      
 
      
            
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Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó á hablar. Y dióle á su madre.
      
 
      
            
              16
            
Y todos tuvieron miedo, y glorificaban á Dios, diciendo: Que un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y que Dios ha visitado á su pueblo.
      
 
      
            
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Y salió esta fama de él por toda Judea, y por toda la tierra de alrededor.
      
 
      
            
              18
            
Y sus discípulos dieron á Juan las nuevas de todas estas cosas: y llamó Juan á dos de sus discípulos,