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Y dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.
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Y aconteciĂł, que llegando cerca de BetfagĂ©, y de Betania, al monte que se llama de las Olivas, enviĂł dos de sus discĂpulos,
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diciendo: Id a la aldea de enfrente; en la cual cuando entrareis, hallaréis un pollino atado, en el que ningún hombre se ha sentado jamás; desatadlo, y traedlo.
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Y si alguien os preguntare, ¿por qué
lo desatáis? Le responderĂ©is asĂ: Porque el Señor lo necesita.
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Y fueron los que habĂan sido enviados, y hallaron como les dijo.
33
Y desatando ellos el pollino, sus dueños les dijeron: ¿Por qué desatáis el pollino?
34
Y ellos dijeron: Porque el Señor lo necesita.
35
Y lo trajeron a Jesus; y habiendo echado sus vestidos sobre el pollino, pusieron a Jesus encima.
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Y yendo Ă©l, tendĂan sus vestidos por el camino.
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Y cuando llegaron ya cerca de la bajada del monte de las Olivas, toda la multitud de los discĂpulos, gozándose, comenzaron a alabar a Dios a gran voz por todas las maravillas que habĂan visto,
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diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor; paz en
el cielo, y gloria en
lo altĂsimo!
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Entonces algunos de los fariseos de la multitud, le dijeron: Maestro, reprende a tus discĂpulos.
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Y Ă©l respondiendo, les dijo: Os digo que si Ă©stos callaran, las piedras clamarĂan.
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Y como llegĂł cerca viendo la ciudad, llorĂł sobre ella,
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diciendo: ¡Oh si tambiĂ©n tĂş conocieses, a lo menos en este tu dĂa, lo que
toca a tu paz! Mas ahora está encubierto a tus ojos.
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Porque vendrán dĂas sobre ti, que tus enemigos te cercarán con baluarte, y te pondrán cerco, y de todas partes te pondrán en estrecho,
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y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarán sobre ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.