7
Cuando regresé a Jerusalén, me enteré del acto perverso de Eliasib de proporcionarle a TobÃas una habitación en los atrios del templo de Dios.
8
Me disgusté mucho y saqué del cuarto todas las pertenencias de TobÃas.
9
Luego exigà que purificaran las habitaciones y volvà a colocar los utensilios para el templo de Dios, las ofrendas de grano y el incienso.
10
También descubrà que no se les habÃa entregado a los levitas las porciones de comida que les correspondÃan, de manera que todos ellos y los cantores que debÃan dirigir los servicios de adoración habÃan regresado a trabajar en los campos.
11
Inmediatamente enfrenté a los dirigentes y les pregunté: «¿Por qué ha sido descuidado el templo de Dios?». Luego pedà a todos los levitas que regresaran y los reintegré para que cumplieran con sus obligaciones.
12
Entonces, una vez más, todo el pueblo de Judá comenzó a llevar sus diezmos de grano, de vino nuevo y de aceite de oliva a los depósitos del templo.
13
Como supervisores de los depósitos asigné al sacerdote SelemÃas, al escriba Sadoc y a PedaÃas, uno de los levitas. Como ayudante de ellos nombré a Hanán, hijo de Zacur y nieto de MatanÃas. Estos hombres gozaban de una excelente reputación, y su tarea consistÃa en hacer distribuciones equitativas a sus compañeros levitas.
14
Recuerda esta buena obra, oh Dios mÃo, y no olvides todo lo que fielmente he hecho por el templo de mi Dios y sus servicios.
15
En esos dÃas vi a unos hombres de Judá pisando en sus lagares en el dÃa de descanso. Además, recogÃan granos y los cargaban sobre burros, y traÃan su vino, sus uvas, sus higos y toda clase de productos a Jerusalén para venderlos en el dÃa de descanso. Asà que los reprendà por vender sus productos en ese dÃa.
16
Algunos hombres de Tiro, que vivÃan en Jerusalén, traÃan pescado y toda clase de mercancÃa. La vendÃan al pueblo de Judá el dÃa de descanso, ¡y nada menos que en Jerusalén!
17
De modo que confronté a los nobles de Judá. «¿Por qué profanan el dÃa de descanso de este modo tan perverso? —les pregunté—.
18
¿Acaso no fueron cosas como estas las que hicieron sus antepasados y provocaron que nuestro Dios hiciera caer sobre nosotros y nuestra ciudad toda esta desgracia? ¡Ahora ustedes provocan aún más enojo contra Israel al permitir que el dÃa de descanso sea profanado de esta manera!».
19
Entonces ordené que todos los viernes
se cerraran las puertas de Jerusalén al caer la noche, y que no se abrieran hasta que terminara el dÃa de descanso. Envié a algunos de mis propios sirvientes a vigilar las puertas para que no pudiera entrar ninguna mercaderÃa en los dÃas de descanso.
20
Los mercaderes y los comerciantes de diversos productos acamparon fuera de Jerusalén una o dos veces;
21
pero yo les hablé duramente diciendo: «¿Qué pretenden, acampando aquà afuera alrededor de la muralla? ¡Si lo hacen otra vez, los arrestaré!». Esa fue la última vez que aparecieron en el dÃa de descanso.
22
Luego ordené a los levitas que se purificaran y vigilaran las puertas para preservar la santidad del dÃa de descanso.
¡Recuerda también esta buena obra, oh Dios mÃo! Ten compasión de mà conforme a tu grande e inagotable amor.
23
Por el mismo tiempo, me di cuenta de que algunos de los hombres de Judá se habÃan casado con mujeres de Asdod, Amón y Moab.
24
Además, la mitad de sus hijos hablaban el idioma de Asdod o de algún otro pueblo y no podÃan hablar en absoluto la lengua de Judá.
25
De modo que confronté a los hombres y pedà que cayeran maldiciones sobre ellos. Golpeé a algunos y les arranqué el cabello. Los hice jurar por el nombre de Dios que no permitirÃan que sus hijos o sus hijas se casaran con la gente pagana de la región.
26
«¿Acaso no fue exactamente eso lo que llevó a Salomón, rey de Israel, a pecar? —exclamé—. No habÃa rey de ninguna nación que pudiera compararse con él, Dios lo amaba y lo hizo rey sobre todo Israel; pero incluso él fue inducido a pecar por sus mujeres extranjeras.
27
¿Cómo pudieron siquiera pensar en cometer esta acción pecaminosa y ser infieles a Dios al casarse con mujeres extranjeras?».
28
Uno de los hijos de Joiada, hijo de Eliasib, el sumo sacerdote, se habÃa casado con la hija de Sanbalat, el horonita, por lo cual lo expulsé de mi presencia.
29
Recuérdalos, oh Dios mÃo, porque han profanado el sacerdocio y los votos solemnes de los sacerdotes y los levitas.
30
Asà que expulsé todo lo que fuera extranjero y asigné tareas a los sacerdotes y a los levitas, asegurándome de que cada uno supiera lo que tenÃa que hacer.
31
También me aseguré de que llegara el suministro de leña para el altar y las primeras porciones de la cosecha en los tiempos establecidos.
Recuerda esto a mi favor, oh Dios mÃo.