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Juan 3; Juan 4
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Juan 3
1
Y HABIA un hombre de los Fariseos que se llamaba Nicodemo, príncipe de los Judíos.
2
Este vino á Jesús de noche, y díjole: Rabbí, sabemos que has venido de Dios por maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no fuere Dios con él.
3
Respondió Jesús, y díjole: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios.
4
Dícele Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿puede entrar otra vez en el vientre de su madre, y nacer?
5
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
6
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
7
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer otra vez.
8
El viento de donde quiere sopla, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni á dónde vaya: así es todo aquel que es nacido del Espíritu.
9
Respondió Nicodemo, y díjole: ¿Cómo puede esto hacerse?
10
Respondió Jesús, y díjole: ¿Tú eres el maestro de Israel, y no sabes esto?
11
De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.
12
Si os he dicho cosas terrenas, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?
13
Y nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo.
14
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado;
15
Para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna.
16
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
17
Porque no envió Dios á su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él.
18
El que en él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios.
19
Y esta es la condenación: porque la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz; porque sus obras eran malas.
20
Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene á la luz, porque sus obras no sean redargüidas.
21
Mas el que obra verdad, viene á la luz, para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios.
22
Pasado esto, vino Jesús con sus discípulos á la tierra de Judea; y estaba allí con ellos, y bautizaba.
23
Y bautizaba también Juan en Enón junto á Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados.
24
Porque Juan, no había sido aún puesto en la carcel.
25
Y hubo cuestión entre los discípulos de Juan y los Judíos acerca de la purificación.
26
Y vinieron á Juan, y dijéronle: Rabbí, el que estaba contigo de la otra parte del Jordán, del cual tú diste testimonio, he aquí bautiza, y todos vienen á él.
27
Respondió Juan, y dijo: No puede el hombre recibir algo, si no le fuere dado del cielo.
28
Vosotros mismos me sois testigos que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él.
29
El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está en pie y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo es cumplido.
30
A él conviene crecer, mas á mí menguar.
31
El que de arriba viene, sobre todos es: el que es de la tierra, terreno es, y cosas terrenas habla: el que viene del cielo, sobre todos es.
32
Y lo que vió y oyó, esto testifica: y nadie recibe su testimonio.
33
El que recibe su testimonio, éste signó que Dios es verdadero.
34
Porque el que Dios envió, las palabras de Dios habla: porque no da Dios el Espíritu por medida.
35
El Padre ama al Hijo, y todas las cosas dió en su mano.
36
El que cree en el Hijo, tiene vida eterna; mas el que es incrédulo al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.
The Reina-Valera Antigua (1602) is in the public domain.
Juan 4
1
DE manera que como Jesús entendió que los Fariseos habían oído que Jesús hacía y bautizaba más discípulos que Juan,
2
(Aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos),
3
Dejó á Judea, y fuése otra vez á Galilea.
4
Y era menester que pasase por Samaria.
5
Vino, pues, á una ciudad de Samaria que se llamaba Sichâr, junto á la heredad que Jacob dió á José su hijo.
6
Y estaba allí la fuente de Jacob. Pues Jesús, cansado del camino, así se sentó á la fuente. Era como la hora de sexta.
7
Vino una mujer de Samaria á sacar agua: y Jesús le dice: Dame de beber.
8
(Porque sus discípulos habían ido á la ciudad á comprar de comer.)
9
Y la mujer Samaritana le dice: ¿Cómo tú, siendo Judío, me pides á mí de beber, que soy mujer Samaritana? porque los Judíos no se tratan con los Samaritanos.
10
Respondió Jesús y díjole: Si conocieses el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber: tú pedirías de él, y él te daría agua viva.
11
La mujer le dice: Señor, no tienes con qué sacar la, y el pozo es hondo: ¿de dónde, pues, tienes el agua viva?
12
¿Eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dió este pozo, del cual él bebió, y sus hijos, y sus ganados?
13
Respondió Jesús y díjole: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá á tener sed;
14
Mas el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: mas el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.
15
La mujer le dice: Señor, dame esta agua, para que no tenga sed, ni venga acá á sacar la.
16
Jesús le dice: Ve, llama á tu marido, y ven acá.
17
Respondió la mujer, y dijo: No tengo marido. Dícele Jesús: Bien has dicho, No tengo marido;
18
Porque cinco maridos has tenido: y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.
19
Dícele la mujer: Señor, paréceme que tú eres profeta.
20
Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalem es el lugar donde es necesario adorar.
21
Dícele Jesús: Mujer, créeme, que la hora viene, cuando ni en este monte, ni en Jerusalem adoraréis al Padre.
22
Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos: porque la salud viene de los Judíos.
23
Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que adoren.
24
Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
25
Dícele la mujer: Sé que el Mesías ha de venir, el cual se dice el Cristo: cuando él viniere nos declarará todas las cosas.
26
Dícele Jesús: Yo soy, que hablo contigo.
27
Y en esto vinieron sus discípulos, y maravilláronse de que hablaba con mujer; mas ninguno dijo: ¿Qué preguntas? ó, ¿Qué hablas con ella?
28
Entonces la mujer dejó su cántaro, y fué á la ciudad, y dijo á aquellos hombres:
29
Venid, ved un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿si quizás es éste el Cristo?
30
Entonces salieron de la ciudad, y vinieron á él.
31
Entre tanto los discípulos le rogaban, diciendo: Rabbí, come.
32
Y él les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.
33
Entonces los discípulos decían el uno al otro: ¿Si le habrá traído alguien de comer?
34
Díceles Jesús: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.
35
¿No decís vosotros: Aun hay cuatro meses hasta que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad las regiones, porque ya están blancas para la siega.
36
Y el que siega, recibe salario, y allega fruto para vida eterna; para que el que siembra también goce, y el que siega.
37
Porque en esto es el dicho verdadero: Que uno es el que siembra, y otro es el que siega.
38
Yo os he enviado á segar lo que vosotros no labrasteis: otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.
39
Y muchos de los Samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio, diciendo: Que me dijo todo lo que he hecho.
40
Viniendo pues los Samaritanos á él, rogáronle que se quedase allí: y se quedó allí dos días.
41
Y creyeron muchos más por la palabra de él.
42
Y decían á la mujer: Ya no creemos por tu dicho; porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo.
43
Y dos días después, salió de allí, y fuése á Galilea.
44
Porque el mismo Jesús dió testimonio de que el profeta en su tierra no tiene honra.
45
Y como vino á Galilea, los Galileos le recibieron, vistas todas las cosas que había hecho en Jerusalem en el día de la fiesta: porque también ellos habían ido á la fiesta.
46
Vino pues Jesús otra vez á Caná de Galilea, donde había hecho el vino del agua. Y había en Capernaum uno del rey, cuyo hijo estaba enfermo.
47
Este, como oyó que Jesús venía de Judea á Galilea, fué á él, y rogábale que descendiese, y sanase á su hijo, porque se comenzaba á morir.
48
Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y milagros no creeréis.
49
El del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera.
50
Dícele Jesús: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó á la palabra que Jesús le dijo, y se fué.
51
Y cuando ya él descendía, los siervos le salieron á recibir, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive.
52
Entonces él les preguntó á qué hora comenzó á estar mejor. Y dijéronle: Ayer á las siete le dejó la fiebre.
53
El padre entonces entendió, que aquella hora era cuando Jesús le dijo: Tu hijo vive; y creyó él y toda su casa.
54
Esta segunda señal volvió Jesús á hacer, cuando vino de Judea á Galilea.
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